Mujeres Migrantes Venezolanas en Perú: Una lucha contra la violencia y la explotación

CHS
Las mujeres migrantes venezolanas en Perú enfrentan una realidad marcada por la violencia, la discriminación y la explotación. No se trata solo de historias individuales, sino de un problema estructural que refleja las profundas desigualdades y barreras con las que luchan cada día. La violencia a la que están expuestas no es un fenómeno aislado, sino una manifestación constante de un sistema que las vulnera en múltiples frentes.
En el ámbito laboral, la situación es alarmante. Las mujeres venezolanas se ven obligadas a aceptar trabajos precarios, en condiciones donde la explotación es la norma. No es inusual que se les exija vestirse de cierta manera para atraer clientes o que sean víctimas de acoso laboral o sexual. La falta de documentación y la irregularidad migratoria las dejan a merced de empleadores que ven su vulnerabilidad como una oportunidad para explotar o abusar de ellas. Y detrás de cada una de estas historias hay una mujer que, lejos de su tierra y de sus redes de apoyo, intenta sobrevivir en un país que aún no les ofrece la protección adecuada.
La trata de personas es otro flagelo que golpea con fuerza a esta población. Las redes de trata y tráfico de migrantes se aprovechan de las circunstancias desesperadas de las mujeres venezolanas, captándolas en su país de origen y llevándolas por una ruta de explotación que atraviesa fronteras. Una vez en Perú, muchas de ellas quedan atrapadas, sin documentos, sin opciones y bajo el control de quienes solo buscan beneficiarse de su sufrimiento. Es un problema que no solo les roba su libertad, sino también su dignidad.
¿Qué se puede hacer frente a esto? La respuesta no es simple, pero tampoco es imposible. La sociedad civil tiene un rol vital que jugar. Necesitamos alianzas más fuertes entre organizaciones, gobiernos y ciudadanos comprometidos. Hace falta insistir por políticas que regularicen la situación de las migrantes y les den acceso a servicios básicos como la salud y la educación. Es urgente también generar oportunidades de empleo que las liberen del círculo de explotación. Pero, más que eso, hace falta un cambio en la percepción: las mujeres venezolanas no son una amenaza ni una carga; son personas con sueños y capacidades, que si se les da la oportunidad, pueden contribuir enormemente al desarrollo del país.
No podemos olvidarnos de las cifras: la trata de mujeres migrantes ha aumentado un 500% desde 2018, de esas personas, un 85% son venezolanas, según información del Ministerio Público. Este dato no puede dejarnos indiferentes. Es un llamado de atención que nos exige actuar, no solo con leyes más firmes, sino con un compromiso real de crear un entorno donde estas mujeres puedan vivir con dignidad y seguridad.
Desde CHS Alternativo creemos que es momento de dejar de mirar a otro lado. De reconocer que la migración, bien gestionada, es una oportunidad y no un problema. Y de trabajar para que la historia de estas mujeres no sea una de dolor, sino de resiliencia y esperanza.